Por: Alvaro Castaño Silva
En las calles de Florencia, la población en situación de calle se ha vuelto una presencia silente pero penetrante, enmarcada por la aparente indiferencia de la administración local. Un paisaje triste donde, particularmente, jóvenes de entre 16 y 25 años deambulan sin rumbo fijo, conformando un retrato desolador. La ciudadanía responde con una gama de emociones que va desde la indiferencia hasta el temor, reflejando la complejidad del problema. Este cuadro multicolor de reacciones, sin embargo, no contribuye en nada a las soluciones.
Mayormente compuesta por hombres, esta población duerme en andenes, se alimenta precariamente y recurre a la mendicidad para financiar sustancias alucinógenas. Desesperados, algunos recurren al robo, perpetuando un círculo vicioso de desesperanza. Es imperativo cuestionar las raíces de este abandono, examinando las dinámicas familiares que, en muchos casos, empujan a los jóvenes a buscar refugio en las calles.
El fenómeno no puede ser ignorado; es necesario comprender las consecuencias de relaciones familiares fracturadas que empujan a los jóvenes hacia la marginación. La falta de amor y entendimiento en los hogares puede ser un catalizador para que busquen escape, convirtiéndose en presas fáciles de la delincuencia y las adicciones. Este análisis pone de manifiesto la urgencia de programas que no solo estén disponibles, sino que también contribuyan a la reinserción social de estas personas.
Es importante que la comunidad florenciana se involucre y que las autoridades locales desarrollen programas que aborden de manera integral esta problemática. La indiferencia no solo perpetúa el sufrimiento de esta población, sino que también puede tener consecuencias para la sociedad en su conjunto. El riesgo de accidentes aumenta, y la intolerancia se manifiesta de maneras peligrosas, como agresiones con vehículos, señales claras de que la sensibilización y educación son imperativos.
Si bien es poco realista esperar un cambio sustancial en los seis meses restantes del mandato del alcalde Luis Antonio Ruiz Cicery, es factible emprender pequeñas acciones que mejoren la calidad de vida de quienes viven en las calles. Esto incluye esfuerzos mínimos para reunir a estos individuos con sus familias, especialmente aquellos que son habitantes de Florencia y no forasteros.
En este contexto regional, la Secretaría de Salud puede desempeñar un papel elemental al liderar iniciativas que aborden no solo las necesidades físicas, sino también las emocionales y sociales de esta población en situación de calle. La solución no radica solo en atender las consecuencias visibles, sino en abordar las raíces del problema, fomentando la prevención y la reinserción.
En última instancia, la cruda realidad de los desamparados en Florencia es un llamado de atención que trasciende la indiferencia. Es un recordatorio de la responsabilidad colectiva de la sociedad y sus líderes para construir un entorno que ofrezca oportunidades y apoyo, incluso a aquellos que parecen haber sido olvidados en las sombras de la ciudad.